jueves, 10 de septiembre de 2009

El problema del sentido de la escuela

¿Cuál es el significado de la experiencia escolar? ¿El amor al conocimiento? ¿O la obligación? En este texto se presentan algunas respuestas a los interrogantes planteados

Por Élida Doello

Los maestros no pueden dar por desconocida su autoridad, sino que la tienen que construir en forma cotidiana. Y los alumnos deben darle un sentido a la experiencia escolar. En las condiciones del desarrollo actual este otorgamiento de significado a la concurrencia a la escuela no es automático, como en otras etapas del desarrollo escolar. Cuando los que frecuentan la enseñanza son los “herederos y becarios”, es decir, los hijos de las clases dominantes y los pobres (pocos) meritorios, tanto la autoridad pedagógica como el sentido de la escuela cambian frente a estos datos de la realidad. Hoy, para qué ir a la escuela (a la escuela que tenemos, se entiende) es una pregunta pertinente que la mayoría de los jóvenes y adolescentes se hacen a diario.
Es obvio que aquellos que no son capaces de dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta tienen pocas razones para persistir en la carrera escolar. ¿Cuáles son las respuestas posibles y cuáles son las condiciones sociales que las determinan?
Ellas son tres:
La obligación como sentido: Se va al secundario por una obligación social más que jurídica, porque si, porque no hay remedio, porque no se puede no ir, y esto es porque existe un sistema de contención familiar, que, pese al vacío de la experiencia escolar y al malestar y al padecimiento que puede llegar a producir, no ir a la escuela no es una alternativa objetivamente posible para ciertos adolescentes y jóvenes. En este caso, “ir al colegio” no es objeto de deliberación y elección, sino una experiencia ligada a una condición de edad.
La razón instrumental: Hay que estudiar por una razón puramente instrumental. Algunos adolescentes asumen la lógica de la postergación de beneficios presentes con el fin de beneficios mayores en el futuro. Si hoy me esfuerzo en los estudios ( hecho que en sí mismo no tiene mayor sentido), mañana seré alguien en la vida, podré ingresar a la universidad, podré obtener un buen empleo, recibiré mejor trato, etc.
El amor al conocimiento: Este emergente tiene que ver con la pasión, con la entrega incondicional al saber o a un campo del saber. Esta inmersión en el juego, esta especie de “illusio” posee una energía extremadamente poderosa que, según una representación pedagógica bastante difundida, se constituye en un recurso mayor para el éxito en la carrera escolar.
Estas tres disposiciones ideales típicas no están aleatoriamente distribuidas en la población, sino que son el producto de un conjunto de factores interrelacionados. Entre ellos cabe mencionar los factores culturales y el lugar que ocupan los individuos en la estructura social. La relación gratuita, desinteresada y “pasional” con el conocimiento y la cultura general (artes, ciencias, etc.) es probable que surja entre las clases más liberadas de las urgencias y presiones relacionadas con la sobrevivencia. Las clases medias, cuyo capital económico, social y cultural les permite aspirar al ascenso social, están objetivamente más predispuestas a desarrollar una lógica instrumental y a sacrificarse en el presente con el fin de lograr mejores recompensas en el futuro. Esta disposición al sacrificio y al esfuerzo ¿Será socialmente recompensada?

PERFIL
Élida Doello. Profesora de Castellano, Literatura y Latín. Directora titular de la Escuela 131 América Barbosa. Estudiante de tercer año de la Licenciatura de Pedagogía de la UADER.

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